Recuperando telas de colchón.

El día que Luis (el colchonero de Valladolid)  nos acompañó a la nave donde trabajaba abriendo los colchones para sacarles la lana, me invadió una sensación de tristeza al ver el estado en que estaban aquellas telas de colchón. Pero al mismo tiempo los ojos se nos hacían chiribitas, pensando en recuperarlas e imaginando los fantásticos productos que podrían salir de ahí.

Hemos visto a Luis poner el colchón sobre una mesa y con un cutter bien afilado hacer unos cortes (sin piedad). Él  saca la lana para un montón, despreciando la tela en otro. Aquellos montones de lana de oveja se mezclarán con otros de lana nueva, se lavarán y volverán a ser mantas, calcetines, jerseys, etc.
Algunas de las telas irán para un taller donde las hacen jirones o trapos para la limpieza en los talleres de mecánica. Porque en cuestión de limpieza, textura, o absorción, como el algodón, nada.

No sé si Luis se daba cuenta que con su trabajo estaba participando de forma muy efectiva en eso que ahora se llama «economía circular»

Así recuperamos telas que iban al desguace. Hicimos una primera selección muy rápida clasificando por colores y eliminando los que aparentemente estaban peor.
El primer lavado fue en una lavandería industrial con jabones especiales y a 90 grados. Y secado en las secadoras.

Después pasamos a descoserlos y observar el estado, dejando los trozos grandes y eliminando los trozos medianos o más pequeños. Dejando las cintas que conformaban las esquinas y bordes. Una vez descosidos y saneados los trozos, volvimos a lavarlos a 60 grados y secarlos al aire o en secadora. Uso la secadora eléctrica con frecuencia en este proceso para eliminar todas las fibras cortas que el tejido pudiera contener.

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Aún las lavé una tercera vez con una abundante cantidad de suavizante que mejora la calidad de la tela.
Y tras esta tercera lavada y aún sin secar del todo, una buena planchada para estirar el tejido. Imprescindible para que el tejido jacquard con quede encogido.
  Queda el trabajo de recortar, medir los trozos, etiquetarlos y clasificarlos. Y ahora sí, a la estantería. Y a pensar en las preciosas bolsas de playa, los neceseres, las mantas de patchwork para mil picnics posibles, …

Hemos conseguido una buena cantidad de telas de colchón de un estupendo algodón y en general en bastante buen estado… a no ser por los tremendos cortes que les hicieron para sacar la lana.
Además de los de rayas, tenemos adamascados verdes, rojos, azules, lilas, amarillos, naranjas, …

 
El proceso de recuperación es arduo, laborioso y pesado, pero imprescindible. A pesar de todo también es un disfrute visual ver esos colores tan nítidos y brilantes y observar los tejidos fuerte o suaves y reconocer los patrones o sorprendernos cuando aparece alguno desconocido.
Es como cuando de niños intercambiamos cromos con los amigos y al irlos pasando vamos diciendo: sipi, sipi, nopi.
Sentir que tu colección se agranda con nuevos diseños o el mismo en colores diferentes, es un placer. Por eso cuando alguna tela se va a otras manos, se siente como una pérdida.