Cuando me enfrento a la idea de plasmar un trozo de Tierra con telas e hilos, lo primero que hago es llenar mi almacén visual con imágenes. Imágenes propias o de otros. In situ y en línea. La opción in situ me da las sensaciones y percepciones en la propia piel (que me nutren); me da el espacio físico comparado en mi propia medida; observo las distancias, las alturas, los sonidos, los olores, los colores, las texturas; veo, toco todo lo que puedo, recojo trozos, cosas, recojo imágenes. Todas esas sensaciones quedan archivadas hasta su incorporación al textil, … o no.
Y miro fotos de otras personas, fotos cenitales, aéreas, fotos de gentes, fotos de paisajes y ambientes. Esto me transmite las percepciones de quien las hizo, otra forma de mirar.
Y veo mapas. Los mapas que yo uso están en línea. Son de Google Earth, de Google Maps, del Catastro, …
Si hay suerte encuentro también mapas que alguien ha digitalizado y colgado en la red. En el caso del árbolgrassy tuve la suerte de encontrar muchos mapas antiguos de Madrid a una gran resolución en los archivos en línea de la Biblioteca Nacional. (Estos mapas se merecen una entrada solo para ellos)
Cuando escojo la zona, la acoto, la corto y separo de otras calles adyacentes, la giro, la pongo del revés, la miro al trasluz, la vuelvo a acotar.
Google Earth me permite acercarme, alejarme, cambiar el punto de vista, la perspectiva, …
Con este juego van apareciendo formas y poco a poco los trozos de mapa van definiendo lo que va a ser el o los futuros textiles.
El otro día, una amiga me dijo: «Yo hago manchas, las miro y veo un paisaje. Entonces las hago salir» Es mi misma estrategia. Observo los mapas, percibo unas formas e intento hacerlas salir y vivir.